Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



lunes, 16 de abril de 2012

La mirada del viejo masovero






Fue en la Feria de Mosqueruela del año 2007. Era una mañana soleada hacia el mediodía y el solar junto al Pabellón Municipal donde se exhibía el ganado bullía de gente curioseando entre los cercados. Aunque se cerraba algún trato de cuando en cuando con el consabido apretón de manos, la mayoria eran curiosos que acudían allí a pasear tranquilamente viendo los animales, o familias con niños que metían las manos entre los barrotes para acariciar a las ovejas. Todo era un sinfín de saludos entre gente que hace tiempo no se ven, pues son muchos los chinchirinos que viven fuera y cada año aprovechan esta fiesta para acudir al reencuentro con los suyos.

Allí estaba yo también, mezclado entre el gentío como un chinchirino más, respirando complacido el suave olor a estiercol que me lleva a la Mosqueruela de mi infancia; cuando al levantar la mirada me llamó la atención una figura que se recortaba sobre las piedras de un muro.

Era un hombre de avanzada edad que desde lo alto observaba la escena. ¿Quién  era y que hacía allí?




Sin duda era del pueblo. Quizá viviera muy cerca, en las últimas casas que dan a las eras, y a pasos cortos, sosteniéndose en su cayado, se acercó al borde del bancal, donde él sabía que podría verlo todo sin tener que dar un rodeo y bajar la empinada cuesta... que ya los años habían hecho mella en sus piernas y a duras penas podían soportar sus frágiles huesos.

Sus dos manos, de dedos gruesos y encallecidos, se apoyaban con firmeza en un desgastado garrote. Tenía la espalda ligeramente encorvada y su rostro curtido por el sol y el frío. ¿Cuántas gavillas de trigo segó con la hoz en sus tiempos mozos? Sin duda fueron muchas y al final acabaron arqueando su espalda, como una espiga que dobla el viento. ¿Cuántos días pasó a la intemperie, pastoreando ovejas o detrás de la mula sosteniendo el arado? Expuesto al viento helado en invierno o al sol abrasador en verano, su rostro, con los años, acabó atezado y surcado por profundas arrugas.

Aquella mañana de domingo, el viejo masovero se había vestido con su mejor ropa, como hacen los chinchirinos el día de Feria. Una gorra nueva y reluciente cubría su cabello encanecido y sobre su camisa blanca, recién lavada, llevaba el chaleco de mudar sin pasarse los botones. El hombre miraba tras sus gafas de pasta, mientras entre sus labios sostenía olvidado un cigarrillo, tal vez apagado hacía rato.

Parecía absorto y meditabundo y entre las arrugas de su rostro esbozaba un gesto como de resignación dolorosa. Los pensamientos que nublaban su semblante en aquel instante capturado por la cámara no los sabemos, pero esa mirada tras los cristales, perdida y ausente, quizá lo decía todo.

¿Tal vez presentía que aquella iba a ser su última Feria?



Casi cinco años después, muchas de las preguntas que me hice en aquel momento tienen respuesta. El viejo masovero era Francisco Salvador Tena, conocido como "Fransisquet, el del mas Blanco", nacido en Mosqueruela en diciembre de 1924.

Francisco fue el mayor de 11 hermanos, vivió y trabajó casi toda su vida en las masías, además de ejercer como pastor. Sus padres fueron masoveros y él nació en el masico Maravillas, en un tiempo en que en España reinaba Alfonso XIII; tenía 6 años cuando se proclamó la II República y 14 cuando acabó la Guerra Civil. Aquellos años sombríos y de penuria los pasó en el mas Blanco, donde se trasladaron sus padres con su numerosa prole. Fueron años vividos bajo la amenaza del maquis, que les exigían víveres a punta de pistola, y de la Guardia Civil, que los veía como colaboradores de la guerrilla por ello. Más tarde Francisco se casó y se trasladó a la masía Vallejos para formar una nueva familia y años después al mas de la Suegra, última etapa de su sacrificada vida de masoguero.

Después vinieron nuevos tiempos que iban a cambiar aquel modo de vida secular. A medida que la sociedad española se desarrollaba las masías comenzaron a vaciarse. Muchos masogueros emigraron a Castellón y a otros lugares más lejanos, pero Francisco prefirió quedarse en Mosqueruela, donde reposaban sus antepasados y donde él quiso vivir el declive de su vida, como una metáfora de tantas masías desoladas.

Francisco murió en diciembre de 2007, tres meses después de tomarse estas fotografías. Descanse en paz.

Alberto Agudo. Agradezco a Conso Tena la información aportada sobre la vida de Francisco.

----oooOooo----

Francisco se ha ido, y con su marcha se cerró el libro de una vida que apenas conocemos, como la de tantos masoveros y pastores que le precedieron, generaciones abnegadas de chinchirinos que con su trabajo y tesón forjaron la Mosqueruela que hoy conocemos. Sirva esta entrada como homenaje sincero a todos ellos.





6 comentarios:

  1. Sabiamente eligió pasar sus últimos años de su vida en un lugar tranquilo como Mosqueruela, entre los verdes campos y recuerdos de su vida.
    Su experiencia lo dejó observando a la multitud y teniendo su primera butaca.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Francisco, y muchos como él, poseía la sabiduría profunda del hombre que ha vivido pegado a la tierra que le vió nacer, y acumulaba el saber de las generaciones que le precedieron. Una memoria colectiva que se transmitía junto a la lumbre de las largas noches de invierno, en los alegres bureos o trabajando desde niño con su padre en la masía.

    Francisco ha vuelto a la tierra. Dicen que cuando un hombre muere, un libro se cierra para no volver a abrirse más. Y yo siento pesar de no haber tenido tiempo de leerlo completo... aunque me queda el consuelo de haber conocido alguna de sus páginas y poder compartirlas con vosotros.

    Hasta pronto.

    ResponderEliminar
  3. Por eso mismo es tan importante la labor que haces, Alberto. Porque poco a poco los "sabios" nos van dejando y sus conocimientos se van perdiendo sin que nadie los recoja.
    Me sobrecogió tu entrada
    Un abrazo
    Raúl-Maestrazgo Mágico

    ResponderEliminar
  4. Si, Raúl, tan penoso como ver el hundimiento de las masías abandonadas es el comprobar como sus últimos pobladores desaparecen, y con ellos todos los recuerdos de una vida callada y de sacrificios. Historias que ya no se contarán nunca más junto a la acogedora lumbre, como se hizo durante siglos. La cadena se ha quebrado por el eslabón más débil...pero aún estamos a tiempo de recuperar parte de esa memoria colectiva.
    Basta con escuchar a los más viejos y guardar sus vivencias como tesoros, porque la historia oral es la verdadera historia del pueblo.
    Un abrazo afectuoso y hasta pronto.

    ResponderEliminar
  5. Alberto, Francisco Salvador Tena es mi tio abuelo. Me ha impresionado, conmovido y encantado esta entrada en tu blog. Es preciosa. Muchas gracias por sentirte tan cerca de los masoveros, somos y hemos sido una especie en extinción. Me encanta leer tu blog. Enhorabuena.

    Estefanía Monforte García.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Estefanía, por tu halagador comentario. Me alegra que te haya gustado la entrada. La hice desde el respeto y la admiración que siento hacia esta gente, algo que supo transmitirme mi padre, veterinario de Mosqueruela hace 40 años y que, por su profesión,los conocía a todos.

      Un saludo y hasta pronto.

      Eliminar